Bienaventurados los feligreses del Viagra
15/10/2007 - 12:30:00
Autor:
http://www.continental.com.ar/noticias/493618.asp


Hace ya diez años que el Viagra reenciende a la pareja humana. Diez años de reinado en la cama.
Lo que ha hecho sobre el deseo del varón ya adulto y desganado o marchito, es tan revolucionario como debe haber sido para la primera pareja humana el descubrimiento del sexo. Y todavía más que los sucesivos descubrimientos del Punto “G”, del lado femenino y masculino, y de la mujer insatisfecha de la escasa fantasía del macho, asumiendo sin complejos la responsabilidad del relato.
El Viagra, al comienzo, pareció ser nada más que la píldora que salvaba al abuelito del ocaso; y si era rico le permitía al abuelito la temeridad de ensamblarse con mujeres de la edad de la nieta. O correr libidinoso a la enfermera de minifalda que le estaba aplicando el suero del adiós. Algunos pioneros sucumbieron en el trance cardíaco. Pero peor era morir solo del corazón sin el deseo.
Superado el secreto pudor que lo limitaba al intimismo, o a resolver situaciones patológicas, el Viagra extendió sus beneficios con sinceramiento.
Se ha ido convirtiendo en la píldora que también potencia la angurria del joven al que la naturaleza le parece poco. Hay atletas juveniles de la cópula que se desafían a batir récords gracias al Viagra.
Algunos adolescentes insaciables merecerían ser condenados a la impotencia por angurrientos.
Es cierto que el Viagra no resuelve el desamor: lo entretiene. Le permite un apagamiento menos indigno. Un devenir ilusorio como el que se da fe con un placebo. Tampoco resuelve el aburrimiento metafísico de esas parejas que ya duermen estando despiertas. Porque igual que en esos asados donde la leña está húmeda y no la enciende ni una mecha prendida bañada en combustible y el asador soplando como loco, ni siquiera se enciende en esas camas que nunca se encendieron ni en el tiempo inaugural en que se calienta hasta el Cristo que está en la cabecera de la cama. Pensar que hace diez años el Viagra no existía.
Y ni la pomada china, ni el simposio de sexólogos, ni el surtido de
“gatos” de planta de montaje reparaban el desaliento. Ya no.
Lo que sí hay que poner en el balance del Viagra es que así como a veces fertiliza a un varón exprimido, o a un desierto tan seco donde ni siquiera sobrevive la lagartija; también desnuda a veces la verdad de una pareja a la que ni la cópula les sirve porque el amor está ausente.
¡Gracias al Viagra! Bienaventurados sus feligreses.
Aliviadas las mujeres que desean el alivio de un varón determinado pero algo trunco.
Es la píldora que engaña haciendo creer que el tiempo se alarga, aunque siempre se acorta.