El diccionario del nocaut y del animal político
31/10/2007 - 11:48:00
Autor: Orlando Barone



El diccionario del nocaut y del animal político “Nocaut”, escrita así como se pronuncia en argentino, acaba de ser legitimada como otra palabra del diccionario. Sabemos que nocaut en el box quiere decir fuera de combate. Significa que un boxeador golpeado en la mandíbula o en el plexo ha sido derrotado. Pero también el nocaut se puede producir en el amor, en el casino o en las elecciones. Hay candidatos que quedaron nocaut y a los que les costará despertarse. No daré nombres para no herir más a los heridos de alguna gravedad narcisística. Pero los que provocaron el nocaut están felices. Aunque hay candidatos/tas que padecen inestabilidad meteorológica emocional y que si no ganan por nocaut sienten que pierden. También hay políticos que prometen irse a un café literario, otros al mar , y otros como Brandoni, Susana Rinaldi, Irma Roy, Héctor Bidonde y Larry Clay, que se recuperarán del nocaut en el teatro. Pinky, no. Porque ha sido elegida diputada, aunque no ganó por nocaut sino por puntos.Y Jorge Asis tendrá tiempo para escribir una nueva novela titulada: “ Flores perdidas en los hielos de Neuquén y en las clases medias altas con valores”. Ese mercado de valores de clases altas es un enigma. También la Academia de la lengua incluye en el diccionario la palabra “neura”.Palabra sicologista que remite a una persona obsesiva y maniática. Neura es aquel que en una elección de 27 millones de votantes y decenas de millones de boletas, pretende encontrarlas alineadas y ordenadas prolijamente por abecedario y acompañadas de un manual de instrucciones.Aeromoza es otra de las palabras incluidas. Cuesta imaginar a un pasajero argentino diciéndole aeromoza a una azafata. También se ha incorporado “paganini” por aquel que se hace cargo de las cuentas de otros que se hacen los burros. Paganini fue un gran violinista y no se merece esta afrenta del idioma.El diccionario actual contiene unos cien mil vocablos. Se dice que Shakespeare llegó a usar más de 21.000 palabras; Cervantes más de treinta mil y García Márquez 36.000. Sin contar ninguna repetida.Además se incluye el concepto “animal político”:( persona que revela cualidades innatas para la actividad política, como Lopez Murphy y Blumberg, por ejemplo).Pero hay que tener cuidado de no aplicar este concepto al gorilismo. Porque eso es otra cosa. Nadie sabe cuántas palabras tiene el vocabulario de un gorila urbano, aunque podrían calcularse sus votos. Aporto una idea: incorporar la palabra “gorila” como un nuevo argentinismo. Porque “gorila” ya no es solo una especie de simio de la fauna; sino también un cíclico votante “neura”, exclusivamente argentino.

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¿Existen el voto inteligente y el voto ignorante?
30/10/2007 - 12:38:00
Autor: Orlando Barone



¿Existen el voto inteligente y el voto ignorante? ¿ El voto urbano es más civilizado que el otro? ¿En una gran ciudad se nutre mejor la inteligencia que en un pueblito o que en el monte? ¿El bienestar económico hace más lúcido al votante que la miseria? ¿Es de mejor calidad democrática el voto caro que el voto barato? El Premio Nobel Watson diría que sí. Y además diría que el voto de aquel que tiene una biblioteca en un ambiente climatizado y Feng Shui en la casa- aunque nunca un libro le haya mejorado ninguna neurona- es más racional que el de aquel que en la pared llena de moscas tiene colgada una camiseta de fútbol, la página de un diario viejo con la imagen de aquel gol de Maradona, y una lámina de Wanda Nara agachada y boca abajo. Si el voto jerárquico fuera establecido más democráticamente que ahora: ¿desde qué umbral se consideraría a una persona inteligente y debajo de qué zócalo se la consideraría no inteligente? Pongamos que el padrón electoral podría dividirse- ya no en mujeres y hombres, ellas por un lado, ellos por otro ( que creo es una división discriminatoria y que no sé por qué se sigue permitiendo)- sino en un padrón de coeficiente intelectual de primera clase y un padrón de segunda. Los votos del padrón de primera clase valdrían el doble. Pero si aún disminuidos por la cláusula, los declarados ignorantes y brutos produjeran más votos que los presuntamente inteligentes, entonces se les reduciría todavía más el valor del voto para evitar que ganen.El asunto es que su voto carezca de importancia. Para alguna gente, sobre todo caucásica o bronceada, y sobre todo convencida de su coeficiente- aunque sus vidas y sus carreras sean un fracaso- eso evitaría que los no inteligentes elijan. Porque siempre eligen como el traste.Pongamos que para determinar con algún orden categorías, se incluiría en el voto inteligente al de aquella persona que completó el secundario y con un ingreso de contribuyente alto. Y si se autoconfiesa ética mejor: aunque a escondidas esa gente haga más porquerías que un obispo castrense. La ética pregonada es un placebo que simula curar el pecado, la estética del hipócrita. Y no es privativa de ninguna geografía. Ni de conventillo ni de country. Siguiendo este democrático razonamiento, un cartonero, un cosechador golondrina, una empleada doméstica, un ama de casa sin ningún estudio, un pocero de cloacas, un lustrabotas etc. nunca podrían darse el gusto de elegir precisamente a aquellos candidatos que a su intuición o criterio son los que podrían ayudarlos a dejar de seguir siendo ignorados. No. Porque solo los del voto inteligente determinarían qué gobierno es el apropiado. El voto inteligente no es clientelístico. No se deja comprar por un empleíto o por un colchón de telgopor o un pack de lácteos. Cuesta más caro. Unicamente se guía por beneficios accionarios, financieros y corporativos. O de consumo ABC1 top muy republicano. ¡Qué gran país sería la Argentina con el voto inteligente! Lástima que tenemos tantos no inteligentes que ganan elecciones.

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Tenemos presidenta
10/29/2007 - 19:33:00
Autor: Orlando Barone



Tenemos presidenta, tenemos gobernador, tenemos minorías y tenemos gorilas.Todos celebran con respeto y actitud democrática a la nueva presidenta de la Nación. El que no la celebra no la celebra. En la fauna hay de todo. Hasta hay gorilas. También se celebra al nuevo gobernador de la más importante provincia argentina. A mi Scioli me desorientaba. ¿Qué le importa lo que a Scioli un desorientado si acumula la adhesión de millones de ciudadanos orientados? ¿Vieron que las encuestas tenían razón, que Cristina Fernández ganaba en primera vuelta? ¿Que el que mentía era el único encuestador que quiso hacerse famoso augurando que a la candidata oficial no le alcanzaba ? Tuvo su minuto de gloria mediática y ahora tiene su condena: “Opinión autentica” fue inauténtica. No tenían razón la mayor parte de los medios y sus voceros de los centros urbanos que eligieron torcer los pronósticos con sus deseos. ¿Por qué antes de la elección los mensajes de oyentes a las radios eran abrumadoramente opositores hasta hacer creer que eran la mayoría? Porque los que están a favor prefieren callarse y viven lejos del centro de inteligencia. El “gorilismo” de antiguos tiempos se fue reciclando en nuevos gorilas albinos, que son igualmente gorilas aunque lucen más mansos. El tiempo les impondrá a los que aún perduran alguna otra evolución, y llegará el día en que evolucionarán hasta ser opositores normales. Ayer el diario Clarin sorprendió con su título de tapa. Decía: “El mayor enigma es si habrá ballotage”. ¿Cuál enigma? ¿Cuál ballotage? Para que exista un enigma debería haber preexistido alguna probada situación de paridad o de empate. Y no la había. Habrá que deducir por qué Castells, que sacó menos votos que en una elección de consorcio, tuvo tanta atención periodística. Mucha más prensa que Pino Solanas que fue honroso.Elisa Carrió pronosticaba: “ El ballotage será traumático para ellos”. Y uno se imaginaba que ellos- Cristina y el presidente- traumatizados por la derrota acabarían desconsolados haciendo terapia de pareja. Pero no. El trauma se volvió como un búmeran. Aunque Carrió opuso resistencia. Y está el caso de Santa Cruz. Para los medios audiovisuales, hasta hace unas semanas esa provincia rechazaba a los Kirchner. Por las imágenes parecía que esa provincia se incendiaba y su pueblo se revelaba contra una dictadura stalinista. Pero en Santa Cruz ganó el oficialismo por más votos que antes. ¿Pueden los relatos mediáticos mentir y los relatores no ponerse colorados o salir a disculparse? Por suerte la gente oye todo pero escucha solo aquello que vale. ¿No era que el Pro es el dueño político absoluto de la ciudad de Buenos Aires? Melconian no tiene suerte : no la tuvo con Menem ni ahora con Macri. ¿No era que en Mendoza iba a ganar la oposición? No, qué se le va a hacer. Los mendocinos le dieron menos bola al manoseo del Indec que al contexto favorable. ¿Y Misiones, la pionera en el arrebato contra el poder hegemónico? Esta vez no hubo obispo Piña. La “microcosecha” electoral a que fue resignado el ex ingeniero Blumberg, deberá atribuirse a que las velas encendidas se apagan enseguida. Cada uno de los “minivotos” de la fórmula Sobish- Asis deben haber sido los más caros de toda la historia del sufragio. Fuera de San Luis los Rodríguez Saá tienen el destino de un club chico en las ligas grandes. Lavagna, que empezó la campaña como el challenger mayor, fue ubicándose más modestamente en una honrosa minoría. Chau a los que fogoneaban la crisis terminal a través del tomate y de la amenazante monarquía. Como dicen los jóvenes: la elección ya fue. Habemus presidenta. Habemus minorías. Habemus gorilas. Y no habemus fraude. ¿Y el futuro? El futuro es el presente. Y se termina enseguida.

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El voto es inimaginable
26/10/26/2007 - 12:10:00
Autor: Orlando Barone



No: no va a ganar Cristina, por más que no se disfrace de pobre. No gana ni aunque queme el guardarropa de oro gigante y salga desnuda. “¿Vos sos porteño? ¿No estás siendo muy tajante? ¿No estarás sugestionado por lo que se dice en la reunión de consorcio de tu edificio torre inteligente? Mirá las encuestas”. Que las encuestas se las metan en la napa freática.
Va a ganar Carrió que ya no usa crucifijo extra large y que sólo usa bronceado. “¿Carrió? Si Cristina es bipolar, Carrió es indiagnosticable”
Si, pero tiene un coeficiente intelectual que pesa más que ella. “Entonces el que gana es Rodríguez Saá, con la inmaculada insula San Luis y con la primera dama peinada con rodete. Y segundo sale el “maestro” Sobissh con escritor Asis a duo inspirándole frases ingeniosas en la oreja”.
¿Sobisch segundo? No. Sale primero. Viene de atrás pero para estar adelante.
“Estás loco: para mi que gana Lavagna con la cabeza mitad con la boina blanca y con la otra mitad con vincha peronista”. Lavagna por más casco de obrero que se ponga siempre luce gerente. “¡Pero si Lavagna es peronista!”. Bueno: qué gracia. Todos quieren ser peronistas, aunque sea algo. Un vago resplandorcito. Ahora anuncian a los peronistas republicanos. “¿Qué es eso? El unicornio azul solo existe para Silvio Rodríguez”. El único que no quiere ser peronista es López Murphy. No le creería nadie. Y por ahí el que gana es López Murphy, aunque disimula tanto que nadie se lo cree. “¿ YPino Solanas? Entre los petroleros y los cinéfilos arrasa. Si los junta a todos llena todas las salas de cine. “Esperá, escéptico. Un artista como él tiene recursos imprevistos. “¿Y los peronistas puros, impuros, light, batidos o licuados?
No hay que olvidarse que son muchos”. Todos son muchos hasta los radicales que no son K que parecen pocos. Y hasta los ciudadanos democráticos que no quieren ser fiscales de mesa y se rajan al country.
“Pero pensá que los peronistas se reproducen y los de antes son interminables. Miralo a Antonio Cafiero. A Quindimil. A Jorge Antonio”.
“¡Ah, no! Jorge Antonio está fallecido. “No importa, los peronistas son inmortales: son especialistas en post mortem”. En lo que son especialistas es en el péndulo. Hay que entender de péndulo para seguirlos. Entender cuando va a la derecha o a la izquierda o al centro o hacia el lado oblicuo. Hoy todos son pendulares. El que no es pendular no tiene chance. “No sé: por más péndulo de Foucault que sea, gana Pino”. Bueno: o gana Vilma Ripoll. Siempre hay que tener fe en las revelaciones o en la resurrección de los templarios. “Sí: yo creo hasta en el “Pitufo Enrique” de Cronica TV. Y mirá si soy crédulo que creo hasta en la mejor distribución de la riqueza sin sacarle nada a los ricos porque los ricos van a repartirla voluntariamente casa por casa”.
Eso no es ser crédulo: es ser idiota. Pero no me queda claro quien gana.
“A mí tampoco. Porque si voy a sentarme a La Biela, Cristina sale última detrás del último. Y si voy a la Salada me preguntan si Carrió y Lavagna son dos nuevos asentamientos y si López Murphy es un jugador de Los Pumas. Por el candidato Mussa no me pregunta nadie. En todas las esquinas no se respira el mismo aire. Hay esquinas con más smog que otras. ¿Sabés que Aristóteles y Menem dicen que “la política es el arte de lo posible?”. Mirá vos que dúo: Aristóteles y Menem. Uno para el otro. Por suerte un voto, una vez entrado en la urna, adquiere dimensiones inimaginables.
Y además, es tan secreto, pero tan secreto que hay gente que no se dice ni a sí misma a quién vota.

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El medio pelo inmobiliario
25/10/2007 - 12:15:00
Autor: Orlando Barone



El “Medio pelo” argentino es esa creación de Arturo Jauretche , que delata al que quiere ser sin poder ser y al que por querer ser pierde su ser.
Lo que está ocurriendo con las inmobiliarias que ofrecen casas en barrios que son otros es inherente al deseo del medio pelo argentino.
¿Se entiende, Che?
La gente quiere comprar y vivir en Palermo, en barrio Norte, en Belgrano o Caballito, entonces las inmobiliarias agrandan hipotéticamente la geografía de esos barrios y hacen entrar en ellos a barrios más plebeyos como Saavedra, Almagro, San Nicolás y Villa Urquiza. Y no se ofenda nadie.
¿Dónde compraste? Le pregunta uno a un medio pelo que puede ser uno, aunque sin reconocérselo.
Compré en Belgrano, dice y lo que compró está situado al fondo de la calle Cramer contra el paredón de la Gral. Paz frente a la cancha de Platense. O dice que vive en Palermo para no decir que vive en Chacarita o en Almagro. Y se lo cree. El juego es de a tres: demandante, oferente e inmobiliaria. Es más fina una casa en Palermo Soho o Hollywood que en Villa Crespo; una en Coghlan o Colegiales que en villa Ortúzar que está al lado y cuya fonética cae grasa; y es mejor ofrecer una casa en Caballito que en Villa Mitre o Santa Rita que no los conoce casi nadie.
Como se siga así- más allá de que ahora se multe a las inmobiliarias por el despelote limítrofe engañoso- como se siga así, va a convenir reducir los barrios de Buenos Aires a apenas los de nombres más o menos paquetes. Digamos que los de la franja del norte y no los de sur. Por ejemplo Villa Riachuelo es “inmobiliriamente” intolerable. No suena igual Recoleta que Balvanera, que está al lado. Ni Devoto o Villa del Parque, suenan igual que Monte Castro que es limítrofe y que se acerca casi al conurbano.
Así es el mercado inmobiliario: así es el consumidor medio pelo. No es lampiño ni peludo. Es semi. Es como el color beige: que sirve para consensuar el promedio estético del consorcio. Con el beige coinciden el del cuarto con el del quinto y con la de planta baja a la que no le viene bien ni si gana el Loto. Hay que pintar el hall de “Bececito sucio” porque si lo pintan de un color vivo los vecinos muertos temen despertarse. Palermo es tan angurriento que es como un barrio caníbal que se come a otros barrios.
Un día por glotón va a llegar hasta Soldati. Y se va a equivocar. Porque los vecinos de Soldati no son los protagonistas que inspiraron a Jauretche.
Los vecinos de Soldati, no quieren ser de Palermo ni Soho ni Holywood ni viejo ni nada. Quieren seguir siendo de Soldati.

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Sugerencias para votantes y votados: sean ganadores o perdedores
24/10/2007 - 12:15:00
Autor: Orlando Barone



Una vez legitimados los votos que determinan al ganador no salir a protestar que hubo fraude.
Por favor: que quede alguna dignidad democrática. Algún resto de fair play.
Después de perder no hay derecho al pataleo.
Tampoco hay derecho a decir que hubo trampa.
El único derecho que le queda a quienes pierdan es el de saber perder.
Y al de quienes ganan, el de saber ganar. Que no es lo mismo que saber “sobrar” a quienes no ganan.
Ya determinados los resultados del escrutinio no plantearse excusas metafísicas ni devanarse los sesos. Ni salir a despotricar por los micrófonos, acerca de por qué ocurrió lo que ocurrió. Ocurrió. Ya fue.
El pescado se vendió. Andá a cantarle a Gardel.
Las urnas son de cartón y los votos de papel. Después habrá que confiar en que los elegidos sean más consistentes que el cartón y el papel.
No importa que el voto sea clientelístico, republicanista, abortista o clerical. O que sea hegemónico o moral.
O que sea voto pobre o voto rico, voto apático o voto emocional. O voto tomate, voto valija o voto indec.
Ni que sea voto derechos humanos, voto superávit, voto baja del desempleo, o voto soja, voto viento de cola o voto memoria. O voto botox, voto crucifijo, voto chequera, voto nostalgia, voto nacional o voto global. O voto echado en la ranura apurados para ir al asado.
Los votos valen de a uno y todos valen igual. Son votos anónimos. Es el único anónimo que se respeta, el único anónimo cuya honra es precisamente no revelar su identidad.
Ese es el secreto del juego. Después de la pitada final a llorar al vestuario. Y a festejar en la calle.
Si no hay ballottage, o si lo hay, por algo será.
Si quienes ganan, ganan por ventaja indescontable, o si en cambio ganaran quienes parecían tener menos chance, por algo será.
Si hay votantes populistas, votantes constitucionalistas, votantes instintivos, votantes inteligentes y votantes gorilas, por algo será.
Los votantes de barrios cerrados tiene igual categoría de votantes que los de barrios a la intemperie o de los que ni tienen barrio.
Moraleja: Voto que está en la cuenta del que gana no está en la cuenta del que pierde.
Y voto que no está en la urna del que pierde es porque está en la urna del que gana.

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Por más que digan que hay apatía, igual va a haber alegría
22/10/2007 - 12:15:00
Autor: Orlando Barone



¿Quién va a ganar las elecciones del domingo que viene? Si las cosas son según el cristal con que se mira, el voto es según el lugar donde se vota. Porque el sector y la tribu a la que cada uno pertenece determina ideologías, criterios y caprichos. No vota de igual estado de ánimo el que antes de votar se baña en el yacuzzi con gel de pétalos de rosas, que el que antes de votar se baña con un balde de agua de pozo.
Dicen que entre los votantes hay apatía. Esta conclusión quiere decirnos que para que haya entusiasmo, en vez de ganar quienes hasta ahora ganan, deberían ganar los que hasta ahora pierden.
La apatía vendría a ser el estado de ánimo que imponen los que no ganan.
Lo raro es que no se tenga en cuenta la alegría de los que son mayoría, según todas las encuestas. Menos una.
Anoche en el programa de Mariano Grondona, en una votación entre 138 mil televidentes ganó Elisa Carrió con el 38 % de los votos. Segundo Rodríguez Saá con el 27.
Tercero Lavagna con el 14 y cuarto Lopez Murphy con el 10. Cristina Fernández solo sacó el 4%. Empató agonizante con Sobish por el final de la cola. Fue una elección fantástica- literalmente- que merecería un filme de ciencia ficción o un manual de autoayuda acerca de cómo forzar ingenuamente el deseo.
También si se hiciera una hipotética elección entre la gente del Indec Cristina sacaría menos votos que si fuera candidato el controlador Moreno.
Y en una supuesta votación en Campo de Mayo seguramente ganaría Breide Obeid, de frente- march.
Pero si se hiciera en San Luis, incluyendo como votantes a actrices que allí se sintieron felices y que se emocionaron ayer con la carta a la madre, Rodríguez Saá ganaría en primera vuelta. En una hipotética elección entre obispos y cardenales en la catedral, incluyendo algún rabino, y sin tener en cuenta que piensan del premio a León Ferrari, es fácil deducir qué coalición tiene la mejor chance religiosa.
Y si se hiciera una elección exclusiva entre los damnificados por la rebaja de sueldos y de las jubilaciones que hizo La Alianza, López Murphy obtendría menos votos que si no se presentara.
Si se les pregunta por quién votan a Maradona y Nalbandian, ya lo dijeron: a Cristina Fernández. Mirtha Legrand, Nito Artaza y Susana Giménez todavía sueñan con el voto nostalgia. Tampoco votarían a Cristina la cúpula de la Sociedad Rural, la diputada María del Carmen Alarcón, ni Cecilia Pando. Y si la elección hipotética se hiciera entre fanáticos del tomate, fanáticos del arsenal propio y fanáticos de la teoría de los dos demonios, Cristina saldría última después de Pitrola, Mussa y Castells.
El domingo se acaba el sonsonete. La apatía se convertirá en votos. Y como la democracia es la preeminencia de los “más” y no la del ratoneo de los menos, se sentirá feliz la mayoría. ¿Y la minoría? La minoría acepta su lugar. Y se pondrá a esperar la próxima apatía.

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Madre, en tu día no hay demagogia que alcance
19/10/2007 - 12:15:00
Autor: Orlando Barone



No es tan fácil para los hijos, cuando son chicos, entender el concepto de “madre hay una sola” habiendo tantos millones de madres. ¿Por qué padre no hay uno solo? Depende. Pero lo del padre desorienta.
El día de la madre, también llamado el día de los electrodomésticos y, más modernamente, el día de los regalos tecnológicos, es en realidad el día más demagógico. Son demagógicos los avisos de propaganda, la dulzonería mediática, y son demagógicos los hijos, las nueras y los yernos. También las madres. Que ponen su imparable dosis de empalagamiento y que ese día se sienten las creadoras de la vida sobre la tierra.
Cualquier mujer, en general, puede tener hijos. Es algo humano, no extraterrestre. Incluyendo adopciones y probetas. Sobran madres y sobran hijos y sin embargo cada madre termina por creerse que lo que ella ha dado a la vida es un hecho colosal para el asombro; a un hijo mejor que los otros hijos de todas las otras madres. Mejor que los de la cuñada, o los de la vecina. A veces hay hijos medio lentos que se lo creen.
Si por algo hay que celebrar a una madre es por perdonar y absolver a sus hijos, cuando al verlos ya grandotes por no decir otra cosa, le demuestran que las expectativas que la madre puso en ellos han sido inútiles.
Y que un hijo al que ella auguraba como un genio es hoy ese adulto o esa adulta de cabeza reducida por los jíbaros. Y vaciada lentamente por dormirse con la televisión prendida mirando un programa antineuronas.
Hay una fábula insuperable sobre la madre. Deja chiquito así a ese tango de Betinotti, “Pobre mi madre querida”, donde el hijo hace sufrir tanto a la madre que merecería una buena paliza aplicada con tormentos.
La fábula a que me refiero supera a “La madre” de Máximo Gorki, a la “Madre coraje” de Bertold Brecht, a la madre diván de Woody Allen, y hasta a la madre sufrida de Riquelme. La fábula es la siguiente: la malvada, que tiene seducido hasta acá a un aldeano caliente, le pide una prueba de su amor. ¿Qué más querés mi reina? le dice el “pollerudo” que ya dio todo en la cama del bosque, y por hacerle regalos se gastó el contenido del único cajero automático. La malvada lo acecha entre la hierba apenas cubierta por un pétalo de margarita, uno solo. Sabe que su amante es hijo único y que la rival invencible es la madre que le da la sopita en la boca de a gotitas, desde su propia boca. Como los gorriones.
Entonces, quitándose el pétalo y entreabriendo sus labios hinchados como picados por un enjambre, la mala le dijo: “Quiero que me traigas como prueba el corazón de tu madre”. El tipo no duda: verla allí echada y sin el pétalo lo tenía de la cabeza. Literalmente hablando.
Va a la cabaña donde dormía la madre y la despacha. Con el puñal escarba y le arranca el corazón. Y corre con él chorreando sangre de madre entre las manos. En mitad de camino -de tanto ardor de pensar que la mala estaba sin el pétalo esperándolo- tropieza y se cae, y el corazón rueda por el suelo. Y mientras el “pollerudo” trata de levantarse todo magullado, oye que el corazón de su madre estrellado contra un cactus pinchudo, le dice: "¿Te has hecho daño hijo mío?"
Esta madre sí que se pasó de madre.

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Sátira acerca de la idiotez y de “lo negro”
18/10/2007 - 12:00:00
Autor:
http://www.continental.com.ar/noticias/495129.asp


Hasta ahora los rastros más antiguos del origen del hombre están en África. Sí, en África, y no en Boston ni en Zurich. Más precisamente en la región de Herto, en Etiopía, donde se hallaron cráneos humanos de más de 150.000 años de antigüedad. Por lo cual uno podría preguntarse: ¿Y si entonces Dios es negro? ¿Y si es varón y tiene el aspecto de Mandela o de Cesaire Aimée el poeta de la negritud, o el del negro Rada o el del negro Falucho?
Siguiendo ese origen africano, es seguro que los blancos se apoderaron de la imagen de Dios y la blanquearon para creérsela afín. Es cierto que hubo Papas negros, pero eran blancos. Bien blancos.
Lo que acaba de provocar la declaración del científico James Watson acerca de que los negros tienen menos inteligencia que los blancos es un verdadero agujero blanco. Un tremendo “buraco” cavado en la sociedad mediática para causar escándalo. Ni siquiera a un oso blanco se le ocurriría pensar que el oso negro tiene menos instinto.
Los únicos que hacen diferencias entre un perro de paladar negro y otro de paladar neutro, son los dueños de los perros.
Habrá mucha gente rubia y blanca que al enterarse del pensamiento de Watson ratificará sus sanos prejuicios. Es esa clase de gente que lo único que acepta negro a regañadientes es el luto para quedar bien con el muerto o el vestido negro para afinar la silueta. O un sueño negro para salir de la vigilia mediocre.
La ciencia no tiene ideología: los científicos sí.
No hay ninguna ley que impida al hombre más sabio hacerse el idiota o serlo. Un idiota triunfador sigue siendo un idiota. Y si tiene una inteligencia aguda corre el riesgo de una idiotez más intensa. Pero no hay que discriminar: igualemos la idiotez del blanco y del negro, y de cualquier color humano que haya. A la idiotez se aspira por igual.
Generaciones enteras de blancos- incluido el sabio Watson- conocimos la negritud, no por Leopold Senhgor, el gran poeta senegalés, sino por “La cabaña del tío Tom”. Esa historia racista del esclavo negro despiadadamente maltratado por sus amos blancos a los que al final perdona. El profesor Watson es un desagradecido. Considera el perdón falta de inteligencia.
Es que los agujeros blancos son más aterradores que los negros.
El GEN argentino no es San Martín: somos nosotros
16/10/2007 - 12:10:00
Autor:
http://www.continental.com.ar/noticias/494068.asp


Antes que nada ¿Existe el gen argentino? Si todavía no se sabe históricamente cuál es el gen del ser humano original. No se sabe si el primer hombre nace de una ameba, de un renacuajo, del big bang, de un mono, de un negro, o del barro. La princesa Máxima acaba de decir que el holandés-holandés no existe y armó un lío bárbaro. Tampoco debe de existir el argentino-argentino. No hay forma de concebirlo sin pensar en un Frankenstein.
¿Y si el gen que nos resume está en un tehuelche, en el fruto de una cautiva y un pampa, en el pequeñito Ceferino Namuncurá, o en un gaucho nómada y harapiento vagando a caballo por el desierto? El juego de un exitoso programa de televisión donde participaron millones de televidentes determinó que el gen argentino es el General San Martín.
Superó a Favaloro y a Fangio. La elección es tan obvia como escolar.
Adviértase que los tres finalistas militan en las filas del bien: son héroes de géneros distintos pero coincidentemente morales. Sobre ellos el imaginario popular ha montado estatuas de honestidad superior. Somos proclives a la insinceridad: al “debe ser” no al ser como se es. San Martín es de algún modo una utopía; y Fangio y Favoloro- aunque más modestamente- también. Si San Martín es el GEN deseado argentino ¿por qué un siglo y medio después hemos llegado a ser este promedio tan alejado del modelo? ¿Qué tiene que ver San Martín con los generales que le fueron sucediendo y sus estropicios, o con los corruptos civiles que fecundaron nuestra historia anterior y reciente?
Francamente si hubiera menos hipocresía y menos sometimiento a estereotipos forzados interesadamente, el gen argentino elegido sería más manchado, más desprolijo, más inestable, más vulnerable, más incierto y más humano. Más lógico. Sería una mezcla del de Facundo Quiroga y Evita; del de Martín Fierro y el patriciado; del de Maradona y Tévez; del de Gardel y Charly García; del de la señora Mirtha Legrand y Nazarena Vélez; del de Borges y Bucay; del de Von Wernick y el padre Angelelli, del de un chico rubio de una publicidad de yogur con vitaminas y del de un chico anónimo y pobrísimo que por buscar en los basurales fue sepultado por la basura. Sería más genuino a “Cambalache” que a “Aurora”. Pero Aurora nos adula más que Discépolo; nos hace más blancos que la cumbia. Nuestro gen argentino también sería un batido entre el gen de quienes balbucean el himno porque no aprendieron la letra porque no fueron a la escuela, y quienes lo cantan como barítonos ante las cámaras pero que no son más patriotas que aquellos. El gen es una partícula invisible cuyo orden a lo largo de los cromosomas “deschava” nuestra historia biológica. Lo más cercano a nuestro magma, lo que más nos expresa es el voto. No sé si un argentino es capaz de mentir en el confesionario y de ocultarle información al sicoanalista.
Pero cualquiera suele mentirse a si mismo con tal de no reconocerse desfavorable. Sé que antes de cada elección el argentino se exterioriza opositor. Al abrirse las urnas resulta que era oficialista. Pero después volverá a ser opositor. Porque así luce más inteligente. Nunca se descubrirá nuestro gen. Somos el Dr. Jekill and Mr. Hyde; somos Prada y Gatica; Patoruzú e Isidorito. El dueño del dogo y la dueña de Jasmín. No hay un único gen argentino: porque el gen argentino somos todos nosotros.
Bienaventurados los feligreses del Viagra
15/10/2007 - 12:30:00
Autor:
http://www.continental.com.ar/noticias/493618.asp


Hace ya diez años que el Viagra reenciende a la pareja humana. Diez años de reinado en la cama.
Lo que ha hecho sobre el deseo del varón ya adulto y desganado o marchito, es tan revolucionario como debe haber sido para la primera pareja humana el descubrimiento del sexo. Y todavía más que los sucesivos descubrimientos del Punto “G”, del lado femenino y masculino, y de la mujer insatisfecha de la escasa fantasía del macho, asumiendo sin complejos la responsabilidad del relato.
El Viagra, al comienzo, pareció ser nada más que la píldora que salvaba al abuelito del ocaso; y si era rico le permitía al abuelito la temeridad de ensamblarse con mujeres de la edad de la nieta. O correr libidinoso a la enfermera de minifalda que le estaba aplicando el suero del adiós. Algunos pioneros sucumbieron en el trance cardíaco. Pero peor era morir solo del corazón sin el deseo.
Superado el secreto pudor que lo limitaba al intimismo, o a resolver situaciones patológicas, el Viagra extendió sus beneficios con sinceramiento.
Se ha ido convirtiendo en la píldora que también potencia la angurria del joven al que la naturaleza le parece poco. Hay atletas juveniles de la cópula que se desafían a batir récords gracias al Viagra.
Algunos adolescentes insaciables merecerían ser condenados a la impotencia por angurrientos.
Es cierto que el Viagra no resuelve el desamor: lo entretiene. Le permite un apagamiento menos indigno. Un devenir ilusorio como el que se da fe con un placebo. Tampoco resuelve el aburrimiento metafísico de esas parejas que ya duermen estando despiertas. Porque igual que en esos asados donde la leña está húmeda y no la enciende ni una mecha prendida bañada en combustible y el asador soplando como loco, ni siquiera se enciende en esas camas que nunca se encendieron ni en el tiempo inaugural en que se calienta hasta el Cristo que está en la cabecera de la cama. Pensar que hace diez años el Viagra no existía.
Y ni la pomada china, ni el simposio de sexólogos, ni el surtido de
“gatos” de planta de montaje reparaban el desaliento. Ya no.
Lo que sí hay que poner en el balance del Viagra es que así como a veces fertiliza a un varón exprimido, o a un desierto tan seco donde ni siquiera sobrevive la lagartija; también desnuda a veces la verdad de una pareja a la que ni la cópula les sirve porque el amor está ausente.
¡Gracias al Viagra! Bienaventurados sus feligreses.
Aliviadas las mujeres que desean el alivio de un varón determinado pero algo trunco.
Es la píldora que engaña haciendo creer que el tiempo se alarga, aunque siempre se acorta.
¿Quién la tiene más larga?

"Haz el glamour y no la guerra" exclamaron Boris Izaguirre y Ana García Siñeriz, con alegre desinhibición, en el plató de Chanel 4, después de un intenso debate sobre símbolos y banderas. Previamente, el periodista Antonio Albert había recordado la bella canción de Jorge Drexler, "perdonen que no me aliste/ bajo ninguna bandera,/ vale más cualquier quimera/ que un trozo de tela triste". Al empezar el artículo de hoy, sonoramente responsabilizada por el mandato patrio de Mariano Rajoy, me ha venido al teclado, como si tuviera alma propia, el recuerdo de ese momento televisivo y de ese poema. Será que mi adolescencia libertaria dejó huella en los pliegues del pensamiento, o será que estoy harta de las guerras de símbolos que, a ambos lados del Puente Aéreo, sacuden frecuentemente nuestros castigados tímpanos. Será, pero lo cierto es que, a pesar de tener una identidad nacional perfectamente ubicada en mi universo simbólico, y de considerar que, para bien y para mal, soy una ciudadana catalana en el mundo, es decir, pienso, hablo, siento a través de la herencia histórica que me ha legado mi nación, a pesar de todo no siempre me siento orgullosa de mi país.

Podría hacer un listado de las miserias que me cabrean, o de las debilidades que me agudizan el sentido crítico, o de los fragmentos de memoria colectiva que quisiera tachar de la historia. El concepto de orgullo nacional me parece una paranoia, una auténtica estupidez, sin duda ubicada en nuestro activo cerebro reptiliano. Me lo parece respecto a Cataluña y respecto a cualquier otra nación. Amar una identidad, defender una lengua, reconocer una memoria colectiva, formar parte de un "nosotros" definido no significa que uno sienta un orgullo irracional, generalmente siempre confrontado con el orgullo nacional de los otros. Personalmente, esa liturgia sobrecargada me recuerda a las competiciones de los chicos adolescentes, alineados en el lavabo de la escuela, observando quién mea más lejos, o quién la tiene más larga. La reflexión que me genera, por tanto, el vídeo del candidato Mariano Rajoy no nace de la aversión al concepto de "orgullo español", aunque tengo mucho por decir al respecto, sino de la aversión al concepto de "orgullo nacional". Generalmente, y la historia está llena, a patadas, de ejemplos, cuando los orgullos nacionales salen a pasear, la política de los pueblos se convierte en una cuestión de traseros y de estómagos. Por decirlo en plata: siempre la cagamos.

Dicho lo cual, el vídeo, la proclama nacional-patriótica y la puesta en escena son de manual de semiótica, semiótica pura, estudiada en cada detalle, desde lo conceptual hasta lo imaginario. Está todo: la bandera, el toque bibliotecario, el semblante serio, el hecho de haber grabado el discurso, como si estuviéramos en un momento crítico -por cierto, no me resisto a apuntarme a lo dicho por otros: Rajoy no quiere ser presidente, quiere ser rey de España...-, la apelación a lo deportivo y a lo mortuorio, etcétera. Con todo el paquete, Rajoy trabaja un único objetivo: situar el debate político a ras de suelo, en el terreno fangoso de los símbolos, en una competición delirante sobre quién es más patriótico. Por supuesto, reduce la cuestión al puro esqueleto y, despojada ésta de toda idea racional, el debate se convierte en una pelea irracional. "Orgulloso de ser español". ¿De qué España? ¿La que ama la pluralidad o la que la combate? ¿La que no se pierde en retóricas esenciales o la que sólo vive sin vivir en ellas? ¿La que ha protagonizado momentos relevantes o la que ha escrito páginas negras de la historia? ¿Cuál de las dos Españas machadianas, la del nodo y el bajo palio o la que luchó por su libertad? ¿La del Pazo de Meiras o la de la Expo de Sevilla? ¿Es la España del tradicionalismo cristiano o la que permite a los homosexuales casarse? ¿Es la España que, con la lengua, crea imperio, o la que se define por los distintos idiomas de los pueblos que la componen? En definitiva, ¿de qué España me habla el señor Rajoy cuando dice que se siente orgulloso de ser español?

Por supuesto, no me escandaliza, más allá de lo razonable. Que alguien que quiere ser presidente, se enfunde la bandera, la saque a pasear y venda retórica a cañonazos ni es ajeno a la política -a la mala política- ni es sorprendente. Pero es necesario subrayar que Rajoy hace trampa con material sensible, que lejos de ubicarse en el universo político a través de lo tangible y lo real, decide plantar la bandera en el territorio inhóspito de lo esencial, allí donde no habitan las ideas, sino las emociones más primitivas. Es decir, planteando el debate sobre la bandera de España, niega el debate sobre España. Rajoy, por tanto, se sitúa en el water de la escena pública, saca la bandera y embiste a Zapatero: la mía es más larga. Y situados en ese terreno, a ZP se le reducen las opciones. Si saca la suya, nos volvemos todos locos. Si no lo hace, la suya es más pequeña. Es lo que tiene reducir la política y la complejidad de un país a una cuestión de testículos.

Vuelvo a Jorge Drexler: "En este mundo tan separado/ no hay que ocultar de donde se es,/ pero todos somos de todos lados,/ hay que entenderlo de una buena vez". Pues eso...

Pilar Rahola : El País. Madrid.
Miércoles 10 de Octubre de 2007
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La niña que no tenía Navidad
Por Pilar Rahola
Para LA NACION



BARCELONA

¡La intensa mirada triste de sus ojos almendrados! Miraba hacia adentro, como si el exterior fuera el paisaje de todas las pesadillas. No nos vio. No vio la pequeña oveja de peluche que danzaba un baile imposible y derrotado. No vio a la joven que le dedicaba una sonrisa de fiesta mayor, enternecida y asustada. Esa joven que sería su hermana… No vio al hombretón que quería abrazarla, torpe e indeciso, tan vulnerable en su notable corpulencia, un vasco de lejana genética que suspiraba por ser su padre. Ese hombre que, al ratito, lloraría como un niño. Y no. No me vio, yo, su madre, ataviada con las mejores galas de los sueños, aún atrapada por los miedos que asaltaban el alocado latido del corazón.

Ese día, Ada llevaba llorando algunas horas, no se sabe cuántas, porque la pierna se le había aprisionado con los barrotes de la cuna y nadie consideró que aquello fuera su asunto. Llorar, en un hospital perdido de la Siberia perdida, con el llanto de una niña perdida, no es ninguna noticia en los confines del mundo, allí donde no llegan los mapas de la conciencia.

Tenía neumonía, pero no era su primer reto. Con trece meses cumplidos, ya se había enfrentado a una hepatitis, algunas bronquitis, una salmonelosis y la persistente sarna que la acompañaría hasta su nuevo hogar. Su nueva vida. No tenía desarrollados los músculos del cuello, porque nunca, nadie, le dedicaba un “aupa” juguetón. En las piernas, pequeñas llagas de su infancia sin pañales, y en los pies, la nostalgia de unos zapatos que nunca había usado. Los potecitos de ternera y verduras le provocaron una inflamación del hígado –demasiada proteína para su cuerpo virgen– y la piel se tiñó de pequeñas manchas rosáceas. Ante la comida, escondía sus manos en la espalda, como si temiera tocarla, y abría una boca de espanto. Le dolía el sol y cuando empezó a practicar una extraña y nueva diversión, pasear, huía de sus rayos como si fueran rayos de fuego. Ese día no nos miró. Y ese día, como tantos, tampoco nos sonrió.

Ada tardó casi tres semanas en esbozar la primera sonrisa, una tarde, desde su nueva cuna, en su nueva ciudad, en el umbral de su nueva vida, y esa tarde supimos lo que era la poesía. Había iluminado su cara, y la luz traspasó nuestras dudas. Ese día supimos que habíamos vencido. Hoy Ada es una cereza dulce que engalana nuestra vida y corretea por nuestra alma, agitándola, maravillándola, embelleciéndola. Se ha convertido en un vampiro de amor, y reclama abrazos y besos a todas horas, como si fueran a acabarse. Como si cada día fuera el último día. Sí. Es una niña feliz, y el recuerdo de la niña que fue es una tenue sombra que esporádicamente visita sus sueños, una heridita en la retina del recuerdo, una lejana maldad. Forma parte de lo que ella fue, pero ya no es.

Sin embargo, ¿cuántas como ella, cuántas Adas lloran su invisibilidad en los rincones del mundo, en las esquinas oscuras donde no habitan nuestras preguntas ni nuestras inquietudes? ¿Cuántas, en las calles donde construyen su soledad? Niños que aprenden a esquivar un golpe, antes de saber lo que es un beso, supervivientes del dolor y del miedo. Decenas de ellos, centenares de ellos, miles de ellos, sin campanitas ni árboles de Navidad. Algunos abandonados a su suerte. Otros, abandonados a la suerte de padres terribles que los maltratan, los violentan y los destruyen. Sus protectores, los ogros de sus cuentos. En las Siberias lejanas y en los barrios cercanos, al albur de adultos que saben de su desamparo y de la fragilidad con que tutelamos sus derechos.

Esa es la cuestión central que atañe a los derechos de la infancia: su fragilidad. Los niños tienen derechos, previos a los derechos que los adultos tengan sobre ellos. Pero ¿es ésa la mirada que proyectamos sobre la infancia? La casuística es rotunda y trágica. Si lo analizamos en términos globales, los niños son usados para todo tipo de abusos, desde usos bélicos o terroristas hasta trabajos forzados, prostitución, droga o puro abandono. Millones de ellos, perdidos en las calles de la miseria y el hambre, convertidos en camellos, en juguetes sexuales o en bombas humanas. Sometidos a abusos con la total impunidad que da saber que el niño es la última de las prioridades. En la ley y en los territorios sin ley.

Sólo en la guerra de Irán contra Irak, se utilizaron más de cien mil niños, según datos de la Unicef. Eran usados para limpiar los campos de minas. Su protección: unos versículos coránicos y una llave de plástico, que les decían que era la llave del Paraíso. Se calcula que murieron nueve sobre diez. También es una práctica el uso de jóvenes para atentados terroristas, y la mayoría de ellos son adoctrinados a la edad de siete u ocho años. Y si el foco se acerca a los opacos territorios de la prostitución, la presencia de niños es una constante en casi todos los burdeles del Tercer Mundo. Del tercero y, a veces, del primero.

Sólo en Nepal, según datos de las organizaciones que trabajan contra esta lacra, más de 5000 niñas son vendidas al año, para ser usadas en esta práctica. Usadas por los adultos de sus propios países, pero también por señores de lindos trajes, avión en primera, Visa oro y moral en la frente. Y de la prostitución a la esclavitud, o los trabajos forzados en los telares donde el mundo no tiene mirada, en las minas donde sus pequeños dedos son especialmente útiles, en las fábricas donde sus pulmones no llegan a crecer. La conciencia del mundo permite, acepta, tolera el abuso de millones de niños, porque ha decidido no mirar. Y al no mirar, no saber. Y al no saber, ninguna obligación de hacer.

Pero este artículo quiere aproximar aún más la lupa, quizá para ver de cerca nuestras propias miserias. En los países decentes, es decir, aquellos que regulan las leyes de protección de los menores y consideran los derechos humanos como la fuente de inspiración de las leyes, no todo es oro en la protección de la infancia. Especialmente sonoro es el tema de los niños bajo tutela del Estado, previa infancia con abandonos, maltratos y todo tipo de vejaciones. Estos niños, que podrían ser dados en adopción, y tener una segunda oportunidad, se ven atropellados por todo tipo de leyes, jueces y legisladores que aún anticipan el derecho ancestral de la sangre al derecho que todo niño tiene a ser cuidado, amado y respetado. Como si el ADN otorgara carácter de propiedad a los padres, como si los adultos tuvieran más derechos sobre los niños que los propios niños.

Los ejemplos están a flor de noticia y sacuden nuestras conciencias frecuentemente. En agosto pasado, por ejemplo, el caso de los hermanos mellizos en Buenos aires que, con seis años de vida con una familia, fueron obligados a volver con la madre no es excepcional, pero es, como todos, brutal, y resulta paradigmático. No tengo duda de que la jueza actuó al amparo de la ley, aunque las leyes permiten muchas lecturas y la que ella escogió lesionó a los niños.

En el caso, pues, de que la jueza no hubiera tenido margen (que lo dudo) y de que la ley obligara al incomprensible retorno de unos niños, cortándoles de cuajo la normalidad, la seguridad, los vínculos sentimentales que habían establecido y las esperanzas que habían tejido, el problema lo tendríamos en la ley. En la Argentina y en la mayoría de los países.

Pensadas para blindar el concepto de maternidad, como si fuera una especie de tótem sagrado, y vinculada la maternidad a la pura biología, las leyes de nuestros países desprotegen severamente a los niños y los convierten en peones de partidas de ajedrez demoníacas, donde padres que aparecen y desaparecen, a menudo con historiales de maltratos y abandono, pueden cambiarles la vida y desarraigarlos de los arraigos que, frágilmente, habían construido.

No puede ser que los padres biológicos tengan el derecho a reclamar durante años a los niños, no puede ser que tengan el derecho a destruirles la vida para volverla a recomponer de cualquier manera, no puede ser que los niños sean forzados a reinventarse, como si fueran ellos, y no el adulto, los que crearon el problema. Si la madre de los mellizos hubiera amado seriamente a estos niños, nunca los habría arrancado, seis años después, de la vida que tenían desde los tres meses de edad. Es una barbaridad. Y es una maldad. Pero desde la perspectiva legal, es una desprotección que deja al niño en un desamparo severo, al capricho de los caprichos de una madre que ahora entra y ahora sale de sus vidas. Puede que la jueza se preocupara por los derechos de la madre biológica, pero su sentencia no amparó ni un solo derecho de los propios niños.

Tenemos que cambiar el chip mental, el paradigma social que inspira las leyes de la infancia y que arraiga en una concepción feudal de la paternidad y la maternidad es profundamente injusto. No son padres quienes traen un niño al mundo, sino quienes les garantizan sus derechos básicos, el derecho a ser amados, a ser protegidos, a ser educados, a ser alimentados, a no ser violentados, a ser respetados. Si esos derechos fundamentales no están garantizados por la biología, la sociedad tiene que garantizarlos por medio de la adopción, la guarda o cualquier otra alternativa social. Contrariamente, nuestras sociedades convierten la adopción en un vía crucis de años, luchas, burocracias y obstáculos, dificultan la guarda con una permanente inseguridad y dan carta blanca a los padres biológicos para jugar con las vidas de los niños durante años. Es una aberración del derecho, si por derecho entendemos la defensa de los más frágiles. En cuestiones de infancia, estamos lejos de ser garantes de su protección.

Y vuelvo a Ada. Estos días ha empezado sus clases de hípica. Tiene un caballo que se llama Fru-fru y le da manzanas y zanahorias después de cada sesión. Me dice, mirándome con sus bellos ojos almendrados: “Mami, soy muy feliz”. La escucho y siento una intensa sensación de triunfo, un hondo orgullo, un plácido descanso. Conseguimos vencer el miedo y ganar la batalla de la felicidad. Ella puso todo. Nosotros pusimos lo que pudimos. Y, por el camino, el amor nos entrelazó para siempre. Ada es feliz. Pero en los meandros de la noche, cuando me vuelven las pesadillas, recuerdo a esa niña que un día fue y ya no es, su mirada sin mirar, su cuello sin fuerza, sus piernas con heridas, sus labios sin sonrisa, su profundo cansancio de vida sin vivir. Y pienso en las Adas que dejé en aquella lejana Siberia o en las que habitan en las cercanas barriadas de mi ciudad, allí donde no llegan las noticias. Pienso en las Adas que no tienen Navidad. Y la conciencia se convierte en un martillo.

La autora, escritora y periodista española, fue diputada y vicealcaldesa de Barcelona.



Link corto: http://www.lanacion.com.ar/951669
No es bueno que un “bueno” sea malo
10/10/2007 - 12:10:00
Autor: Orlando Barone
http://www.continental.com.ar/noticias/491624.asp


No es bueno que un pastor de la Iglesia sea condenado por genocidio; menos bueno es que haya sido culpable.
No es bueno un sacerdote preso; menos bueno es que haya participado de torturas y crímenes.
No es bueno que un miembro de la Iglesia sea juzgado; menos bueno es que no hayan sido juzgados los desaparecidos.
No es bueno que un pastor sea apartado de sus fieles; menos bueno es que él los haya traicionado.
No es bueno que haya que recordar cementerios; menos bueno es seguir encontrando en los cementerios pruebas de crímenes de Estado.
No es bueno que un país siga siendo noticia por la revisión de los derechos humanos; menos bueno es que alguna vez el país haya sido famoso por degradarlos.
No es bueno que Von Wernich ya no pueda confesar a tantos fieles que se arrepienten de pecados; menos bueno es que él no se arrepienta y siga negando los pecados que le atañen.
No es bueno que Dios no haya logrado convencerlo; menos bueno es que él haya usado a Dios para convencerse de sus crímenes.
No es bueno que La Iglesia padezca este dolor; menos bueno es el dolor de los deudos de los ajusticiados.
No es bueno que la sociedad todavía no haya cerrado heridas del pasado; menos bueno es que tenga esas heridas y que algunos quieran desconocerlas.
No es bueno que una sociedad católica y cristiana descubra que un sacerdote haya sido cruel en lugar de piadoso. Menos bueno es darse cuenta que el arrepentimiento de sus pares tarda más que el arrepentimiento de los fieles.
No es bueno ver a un religioso expuesto al peso de la culpa pública; menos bueno es ver a nuevas generaciones de argentinos en el esfuerzo de comprender por qué tantos mayores alentamos o nos resignamos a aquello.
No es bueno que sea la jerarquía eclesiástica la que advierta que tenemos que alejarnos del odio y el rencor; menos bueno es que no aclare que el odio y el rencor no se los adjudica a la sentencia.
No es bueno que la religión oficial se haya manchado con la dictadura; menos bueno es que siga interviniendo en la política.
Carta argentina para un libro pequeño
09/10/2007 - 12:30:00
Autor:
http://www.continental.com.ar/noticias/490997.asp


Desde el jueves un cajero automático de Las Heras y Agüero nos sorprenderá como un prestidigitador tecnológico: no expenderá dinero sino libros. Libros tan pequeños como un atado de cigarrillos, pero de autores de tamaño extra large. Ese fenómeno físico, estético y ético costará un peso: el valor de la moneda que habrá que colocar en la ranura para recibir no uno sino dos libros mínimos, pero máximos. De autores como José Martí, Lucio V. Mansilla, Groussac o Sarmiento. El cajero está frente a la Biblioteca Nacional en el apeadero llamado Witold Gombrowicz; aquel escritor polaco, admirado por Sábato, que vivió y escribió en la Argentina, autor de la novela “Ferdidurke”, fantástica en los dos sentidos.
La idea nace de la dirección de la Biblioteca Nacional, de su director Horacio González. La impresión y diseño de los libros son de Leopoldo Kuslesz fundador de la editorial El Zorzal.
Les voy a contar algo de este tipo llamado Kuslesz. Es un joven matemático que vino al país luego de una larga estadía europea y después de haber cursado allá estudios superiores. El título de matemático desde ya anticipa alguna inteligencia. De modo que verlo regresar al país en aquellos años de la crisis y listo para encarar un proyecto editorial parecían contradecirlo.
Un día, en un encuentro casual, y en plena hecatombe del corralito, cuando muchos que ahora claman por el tomate, machacaban con sus zapatos de tacos altos y bastones las puertas bloqueadas de los bancos, Kuslesz me regala su primer libro editado en la Argentina: “Leyendo a Euclides”.
De paso me “desasnaba” de lo poco que sabía de ese geómetra griego de la escuela de Platón. Creo recordar que al recibir el libro le dije como agradecimiento: “¿Justo ahora venís a poner una editorial en la Argentina? Como cálculo matemático no parece un acierto”. Se sonrió y me dijo: “Esto pasará. Y aunque no pase me quedo”. Al poco tiempo fue el editor de esa obra de Silvia Bleichmar, “Dolor país”, que cundió como un reguero. Y sigue editando.
Ahora, llega este cajero automático que expende libros a un peso.
Precio simbólico. Hasta un indigente o un niño que en vez de ir al quiosco cambie de rumbo, podrían comprarlos. Aquel joven que volvió a la Argentina cuando todos se iban es el que los imprime y edita.
Esta carta es pequeña y la historia también.
Poniendo una moneda en la ranura se reciben dos libros. Por tantos agoreros que tiran pálidas, hay argentinos que te dan esperanzas.
Ayer en Luján reapareció el Demonio
10/08/2007 - 12:10:00
Autor:
http://www.continental.com.ar/noticias/490478.asp


Sí, volvió el demonio. El cardenal Bergoglio lo agitó ayer ante los peregrinos a Luján. Ya desde chiquitos nos aterran con sus cuernos y su cola y su tenedor gigante. Y nos lo hacen ver con ese vestuario colorado de diseño ajustado al cuerpo que le sienta tan gracioso y ambiguo como el maillot y las calzas a Batman.
El negocio del Demonio es el infierno. El de Dios es el cielo. No se entiende por qué un tipo hipotéticamente tan bueno como Dios sigue manteniendo ese dúo con el infierno. Por qué no lo apaga y en su lugar hace un Spa. O lo disuelve como se disolvió El Limbo. Tampoco se entiende cómo mientras el Diablo puede sobrevivir feliz entre las llamas y con semejante calor, los castigados al infierno se achicharran y se retuercen de dolor eternamente. Todo es muy raro.
Hasta que en un maravilloso día de sol como el de ayer, al cardenal se le diese por invocar al demonio. ¿Para qué despertarlo y andar ventilando que es el gran mentiroso. ¿Por qué no dejarlo tranquilo?
Bueno a lo mejor Dios no funciona sin el demonio. Porque sin el Demonio no tendría sentido Dios. El Demonio es de esas cosas tan funcionales que si no existiera habría que inventarlo. Es como el “Cuco” de los niños, sólo que el cuco se acaba cuando uno es adulto. En cambio el Demonio amenaza hasta a los pobres viejecitos, que da pena que los manden al infierno por algo que hicieron hace mucho.
Es cruel y vengativo mandar al horno a un abuelito centenario por haber cometido un estropicio cuando tenía veinte años. ¿Por qué tanto rencor y vendetta retroactivos? Dios no es de los pagos de Corleone ni se entrenó en Guantánamo.
“Todos sabemos -dijo Bergoglio- que hay alguien que no quiere la verdad y Jesús le puso un nombre a quien nos dibuja escenarios de mentira: es el Demonio. Nos engaña. Nos promete y no nos paga. Es el padre de la mentira”.
Pero ¿Quién es el Demonio? ¿El Tomate? ¿Que nos engaña haciéndole creer al periodismo verdulero que es el alimento primordial, cuando es un artificio sin semillas, sin pulpa y sin sabor sin el cual se podría vivir toda la vida?
A las metáforas religiosas hay que saber interpretarlas. Quizás el cardenal quiso decir que el padre de las mentiras es el sacerdote Von Wernich. Aunque hubo peores, porque teniendo poder se lavaron las manos.
A lo mejor, cuando el cardenal nos asusta que hay mentirosos que muestran vidrios de colores y hacen creer que son joyas preciosas, estaba recordando la historia del 12 de octubre. Cuando en nombre de la cruz los conquistadores les mostraban a los indios vidrios de colores para que ellos les retribuyeran con el oro.
Tiene razón Bergoglio. El demonio es un mentiroso. Y vive lo más campante entre los ateos, los agnósticos, los laicos y los religiosos.
Hoy, 5 de octubre, no me pasa nada
05/10/2007 - 12:10:00
Autor:
http://www.continental.com.ar/noticias/489429.asp

Todos cumplimos años todos los años hasta que ya no cumplimos. Yo hoy cumplo setenta. Si fuera uno de esos insectos que viven un solo día ya andaría por al atardecer. Si fuera un perro tendría como diez años y en invierno me pondrían una mantita escocesa en el lomo. Si fuera uno de esos habitantes del Cáucaso o de Mongolia, que llegaron a vivir más de un siglo, todavía tendría expectativas de llegar a la era en que para los argentinos inteligentes el tomate sea una insignificancia que no merece tanto lío.
Si fuera un artista genial sería como Goethe, que terminó de escribir Fausto después de los ochenta. Si fuera un sabio me desprendería de muchas cosas. Y si tuviera más coraje también.
Hoy cinco de octubre en pleno Libra cumplo setenta años. Gasté ilusiones, gasté tiempo, gasté pensamientos, gasté amores, gasté alegrías y tristezas y sigo teniendo la ingenua esperanza de que lo que gasté se repone y renueva hasta que un día se seca. Los grandes simbolistas Chevalier y Gheerbrandt dicen de Libra: “séptimo signo del zodíaco, enlazado con el número 7, signo del equilibrio de lo cósmico y lo psíquico; entre el yo espiritual y el yo exterior. Busca desde su punto central nivelar los platillos del motor y del freno, del impulso y la retención”.
Aquí estamos siempre más atraídos por el impulso que por el freno.
Estamos con el pasado y el presente, y ante el enigma del futuro. Sería bueno vivir doscientos años como un quelonio de Galápagos pero sin caparazón y sin esa piel arrugada de tortuga.
O sentir que entre el peso de la idiotez que cada uno carga encima, y el peso de la lucidez, la idiotez pese menos cada día. Me doy cuenta, con alguna inquietud, que cada instante que pasa soy el viejo entre los más jóvenes. Y soy el “maestro ciruela” que los engaña porque aprende más de ellos que lo que aparenta enseñarles. Y los jóvenes a su vez me engañan simulando que aprenden cuando en verdad saben que me enseñan. No tuve la gran vida aventurera del que escaló el Himalaya ni la del que se sumergió en las profudidadess oceánicas, ni la del astronauta que navega por los cielos remotos.
Tuve hijos, planté árboles escribí libros. Promedio estándar. Lo único que a los setenta años me hubiera gustado ser, y no soy, es un hombre menos irritado con la intolerancia y la mediocridad. Es que me irrito porque yo también soy mediocre e intolerante, aunque no siempre. El mejor lema para mi es ese del poeta Horacio que dice: "Carpe diem" (aprovecha tu día). Quiere decir no desperdicies la vida que te toca. Agarrala con lo que sea hasta con el último diente que te quede.
Hoy no comeré tomate. Pero con mi pequeña familia íntima comeré ostras.
Perché mi piace.