Simpatía real, torpeza real
El estómago dicta normas que la razón no entiende. Y, sin duda, el estómago de la gente sensata debió de sentirse altamente aligerado cuando el rey Juan Carlos perpetró su frase histórica, hoy carne deseada de politono telefónico y vídeo Youtube. Pedirle a Hugo Chávez que calle esa boquita de piñón por la cual lanza grotescos sapos y chapotea en el lodo de la miseria verbal, como si fuera una reencarnación inquisidora del bueno de Bolívar, es algo que deseábamos intensamente. Chávez es el ejemplo más nítido del fascistoide de izquierdas, bien pertrechado de una retórica demagógica populista y de una riqueza ingente que le permite comprar voluntades. Además, como todo autarca, gusta de la mala educación, la impertinencia y la provocación.
El "¡por qué no te callas!" real fue, pues, una especie de grito colectivo, como un alter ego de la fatiga acumulada por tanto chavismo hiriente. Sin embargo, descansado el estómago, ¿está tranquila la razón? Personalmente, creo que estamos ante el error más simpático de la monarquía española, lo cual es muy simpático, pero no es nada bueno.
¿Error? Error de bulto, de los que marcan una inflexión cuyas consecuencias auguran tiempos revueltos. Primero, el rey reina pero no gobierna. Entonces, ¿qué hace en una cumbre de gobernantes, con decisiones políticas ejecutivas? Y si lo invitan, ¿puede permitirse salir del papel de cactus mayestático que tendría que asumir? Alzar el tono, dejarse llevar por el cabreo, marcar la cumbre sonoramente y dar munición a la demagogia populista es perpetrar un error en cascada, que nace del error primigenio de confundir su papel institucional.
Si, además, lo hace en nombre de España, país que es usado pornográficamente por la izquierda reaccionaria para vender populismo indigenista, la cosa se complica. Finalmente, si el interlocutor es Chávez, que está en campaña electoral y al que se conoce por su falta de pudor, tenemos el triángulo de las Bermudas.
El resultado es un rey simpático, aplaudido por todos nuestros estómagos, pero que ha dejado, en tierras australes, munición para la demagogia. Quizá aquí nos reímos. Pero, en Suramérica, la gente sensata no se está riendo nada de nada.
Pilar Rahola : El Periódico. Barcelona.