La guardería para maridos y el director técnico que eligió ser pobre
24/11/2007 - 08:59:00
Autor: Orlando Barone
No hubo medio ni programa donde no se le diera manija a la noticia de la “guardería” para maridos, de un centro de compras de Barcelona. No es raro que a semejante estupidez se la considere noticia y que periodistas como yo se ocupen de ella.
Pero este negocio es así y a veces vendemos fruta, otras verdurita y cada tanto -si Dios quiere- vendemos alguna mercadería valiosa.
¿Qué es más valioso saber, que Ramón Díaz se convirtió en el modelo ético que se resigna a morirse de hambre porque es un hombre de palabra, o que al jefe de inteligencia del ejército lo delató hablar por un celular para no inteligentes provisto por la Secretaría de Inteligencia? ¿Es más valioso saber que Fray Mamerto Esquiú no produjo ningún milagro y que es menos que Ceferino, o saber que Roberto Piazza renunció a “cantando” como un perro? No sé. Porque también puede ser valioso saber que según una encuesta la Mona Giménez es la persona más representativa de Córdoba, paradójicamente llamada la “docta”. O que hoy un programa de televisión anuncia que Nicole Neumann va a desnudar su alma, como si la tuviera. Y que acaba de morir el último descendiente de Drácula. Su vida no tenía sentido. La sangre humana ya no es negocio para un cuentapropista: el mercado la chupa hasta agotarla. Volvamos a la noticia de la guardería para maridos. Que no es más que una sala de espera con sillones, diarios y televisión y juegos de mesa. Un plomo.
Entonces mientras las mujeres hacen su recorrida de consumidoras entrando y saliendo de locales de ropa, y pasándose en el probador más tiempo que el que se pasarían tratando de entender el mundo, los maridos que tampoco entienden el mundo, podrían optar por sentarse a hacer huevo y esperarlas en la sala hasta que ellas saciaran su angurria. Este cuadro machista supone que las mujeres son las únicas adictas a las compras y que los hombres son los únicos marmotas y damnificados que pagan. Grave error de apreciación que contradicen mujeres como Moria Casán y Susana Giménez. El entusiasmo con que aquí fue difundida la estupidez sugiere algún símil en sus propagadores. Me incluyo. Suponer que los maridos mientras sus mujeres compran necesitan que los entretengan es negarles autonomía. O pensar que están obligados a acompañarlas. Pero no: porque podrían quedarse en la casa; o para no ser menos que su mujer entrar una agencia de autos y comprarse otro cero kilómetro; o entretenerse en mirar a las bellas vendedoras de la boutique donde su mujer es clienta; o espiar entre las cortinas los espejos de los probadores para ver cómo se desvisten otras mujeres; o sentarse en la cafetería a papar moscas. Los chistes de gallegos -que son eficaces porque son verosímiles- se pasaron de moda. Pero lo de esta guardería catalana los renueva. También a los chistes sobre argentinos.
Por ejemplo hay uno acerca del compromiso ético y cumplir la palabra. ¿Y cuál es el chiste? Que a Ramón Díaz lo debería afiliar la Coalición Cívica.
http://www.continental.com.ar/noticias/511089.asp